A ti que me lees
No elegí mis filias ni mis fobias, mis preferencias ni mis rechazos, mis apetitos ni mis miedos, mis talentos ni mis torpezas. Los más primarios me vienen de fábrica impresos en mis genes. Otros se me colaron sin consultarme en mis primeros gateos. Casi el resto se los achaco al azar, ese orden cósmico fuera de mi control, que los fue colocando u ocultando en mi camino.
Tengo por tan exiguo mi libre albedrío que ni siquiera sé si estas palabras provienen de él.
A ti que me lees te ocurre lo mismo, no creas. Si congeniamos, ¡grandioso!, es porque somos afectivamente compatibles. Si no, qué le vamos a hacer, nadie es imprescindible para nadie: podemos aceptarnos, tolerarnos o sencillamente ignorarnos, pero en todo caso no nos vendría mal respetarnos.
Tranquilo, lo quieras o no, solo llega a tu vida quien ha de llegar, y saldrá de ella, cuando sea el momento. Ya sabes, nada es por casualidad, es por causalidad.